viernes, 23 de noviembre de 2012

LILITH, LA PRIMERA MUJER:

Lilith

Lilith, aquella que surgió al mismo
 tiempo que Adán de las manos del 
Creador es, según el mito, una criatura 
espontánea y libre, de fascinante belleza, 
que posteriormente se convirtió en un ente 
maléfico, en un ser de la oscuridad pero que, 
en todo caso, guarda en sí, como símbolo, 
un sentido que la emparenta con la Gran Madre 
de las civilizaciones antiguas, sobre todo en su 
aspecto tenebroso.

Los símbolos y el lenguaje simbólico.

Se ha dicho que el lenguaje simbólico es el 
verdadero lenguaje de la Humanidad, característico 
del mundo interior humano. Lengua olvidada, 
sin embargo, que emerge en nuestro ámbito 
onírico, en nuestra imaginación, nuestra fantasía
 y también a través de la creación artística, cuando
 podemos dejar a un lado la mente que analiza, 
divide y parcela; nos habla, igualmente, desde los
 mitos y los cuentos y leyendas.
Una particularidad del lenguaje simbólico es la 
condensación de elementos. Así, un símbolo recoge, 
contiene, sintetiza, integra y alude a varias abstracciones,
 ideas o conceptos, a menudo estados de ánimo y 
muchas veces actos; y se conecta con los mismos
 y puede enlazar con otros símbolos mediante 
relaciones de semejanza, contigüidad, analogía, etc?

El símbolo es polivalente y polisemántico, esto es,
 admite diferentes valoraciones y diversas lecturas,
 poseyendo varios niveles, significados y sentidos 
de interpretación diferentes. Con tales premisas 
nos enfrentamos a Lilith y a nuestros primeros padres.

No sabemos casi nada de Lilith. Salvo una brevísima 
mención en el libro de Isaías, La Biblia cristiana no
 dice nada más sobre la mítica primera dama de la historia
 de la Humanidad y a la que, por tanto, le cupo el honor
 de ser también la primera pareja de Adán, antes que
 Eva se oficializara para la posteridad recogiendo para 
sí tal papel. No existen apenas datos originales de esta figura
 que ha llegado hasta nosotros procedente, sobre todo, 
de la vieja tradición talmúdica; aunque no es exclusivamente
 oriunda de tal contexto, ya que, comparaciones, 
equivalencias y similitudes aparte, nos encontramos 
claramente identificada a nuestra protagonista en la
 vieja simbología súmera y babilónica integrando, 
incluso, ciertas versiones del ciclo de Gilgamesh. 
Con lo cual, nuestra dama goza de una antigüedad considerable.

Parece que, siguiendo con su propio mito, que
 nos la muestra como una guapa fémina muy enigmática 
y bastante siniestra, fatídica y perversa, indómita e impetuosa,
 celosa de su independencia, rotundamente atrayente,
 de ardientes deseos y de contundente seguridad en sí
 misma, que se rebela contra el rol asignado para las de 
su sexo, capaz de plantarle cara al mismísimo Creador
 si es preciso (como así hace) y de marcharse 
incluso del Paraíso para refugiarse finalmente en los 
abismos más profundos y sentar allí sus reales, también 
se ha ocultado para nosotros en el fondo de los siglos 
portando con ella su secreto.
Mas no por ello ha dejado de ser popular, pues a Lilith 
se han referido, entre otros interesados, feministas de 
pro entre las que algunas no han dudado en 
declararla su heroína favorita, sagaces psicoanalistas 
tal vez fascinados por su catálogo de cualidades y, 
cómo no, todo tipo de estudiosos de la Mitología y de la
Simbología.

¿Será tan seductora Lilith como para merecer tanto esfuerzo?
Vamos a emprender nuestra tarea a través del estudio 
del simbolismo de nuestra elegida, apoyándonos en la lectura
 del contenido del símbolo de Lilith, así como el de Eva y Adán
, tal como nos lo muestran el capítulo III del Génesis al 
describir la creación humana y el posterior pecado que 
ocasionó el despido definitivo del Edén decretado por Yavhé-Dios 
para la primera pareja y para sus numerosísimos descendientes. 
Un estudio simbólico que considerará como una unidad el mito 
cristiano de la Creación del hombre y que abarcará aspectos 
antropológicos, psicológicos y sociales. Para ello, conviene 
precisar algunos puntos sobre el lenguaje simbólico antes de
 introducirnos en nuestro tema:
Presentando a nuestra protagonista.

Lilith pertenece a la tradición judaica aunque, según algunos, 
haya sido "tomada prestada" de la mesopotámica, dentro 
de la cual es posible hallarla morando entre las ramas de un 
árbol que la mismísima Inanna plantó en un jardín sagrado 
de la ciudad de Uruk después de haberlo rescatado de las 
aguas del Éufrates, para hacerse de él un trono y un lecho, 
una vez crecido.

El nombre de Lilith deriva del hebreo Lil, que significa noche, 
por lo que Lilith vendría a significar la nocturna, término 
que nos transmite la idea de oscuridad, de ausencia de luz, 
y que se relaciona con sus características personales y 
su ámbito de acción: la otra faz del día y los hechos que 
en tal momento acontecen. Una de sus representaciones y
 uno de sus animales asociados, la lechuza, refuerza esta
 consideración al tratarse de un ser que se desenvuelve en las tinieblas.

Se han hecho muchas traducciones, equivalencias y 
comparaciones del término "Lilith", y ninguna de ellas
 demasiado agradable, pues se la conoce como Ave de noche
 (ahora sin especificar), ser monstruoso, ente espectral, 
fantasma nocturno, diablesa, etc.; se la ha llegado a
 emparentar con las tentadoras, sensuales y libidinosas
 súcubos, tan famosas en el Medioevo, erigiéndose nada
 menos que en Reina de las mismas.

Lilith ha sido vinculada también con unos seres parecidos
 a los demonios del mediodía griegos (esta vez diurnos), 
ninfas de los campos de tersos cuerpos etéreos relucientes 
de sol; criaturas indomables, inocentes, ardientes y salvajes, 
que fascinan y enloquecen a los campesinos 
enamorándolos sin remisión. Algunas tradiciones 
cuentan, a este respecto, que entre el cabello de Lilith 
se encuentran, enredados, los corazones de los jóvenes 
que sucumbieron a su hechizo.

Se ha comparado a Lilith con las terribles lamias de la 
tradición grecorromana (recordemos a la reina 
Lamia que por su crueldad fue transformada en fiera y
 que devoró luego a sus hijos) y con las lamias de las 
creencias medievales, tanto seres de rostro de mujer y 
cuerpo de dragón como maléficas féminas que se alimentan
 de niños, que conviven con dragones acumuladores de
 tesoros en cuevas, y que tienen como distintivo un peine
 de oro, estando muchas veces provistas de unas patas 
(en lugar de pies) que terminan en pezuña hendida; 
guardan cierto parecido con algunas representaciones 
de las regentes y protectoras de fuentes y manantiales
 gallegas y cántabras, herederas de la tradición celta, y
 con algunos personajes femeninos de cuentos y leyendas 
que, a veces, aparecen con uno de sus pies correspondiendo
 al de un macho cabrío o al de una oca, siempre 
aludiendo a la presencia de un componente animal todavía 
activo, algo arcaico aún no del todo eliminado de ellas.

Se le ha encontrado cierta semejanza a Lilith con las Xanas 
(Janas: Dianas) astures y las lamias del folklore vasco, aquellos
 seres similares a las hadas, a las ninfas y a criaturas
 de la Naturaleza semejantes, servidoras y a veces 
representantes de la propia Diosa Mari (la Gran Madre 
y también la Madre Tierra), que castigan y premian a los
 humanos (uno de sus regalos favoritos es la posibilidad de
 transmutar el carbón o paja de sus favorecidos en oro); 
que habitan en montañas, cavernas, cuevas y 
oquedades diversas, así como en manantiales y fuentes; y que
 a menudo aparecen hilando o alisando su largo cabello
 con unos peines de oro que semejan la media luna, o 
recorren los cielos, aureolada su cabeza con el blanco
 resplandor de la luna llena, o bien cruzan el firmamento 
portando una hoz de oro mientras arrastran consigo las 
tempestades y se envuelven en unas lenguas de fuego 
que desdibujan y afilan sus miembros inferiores.

Además, se ha equiparado a Lilith con seres semejantes 
a las ondinas o a las nereidas, imaginándosela entonces 
con la parte inferior de su cuerpo correspondiendo a 
un animal acuático, tanto un pez como una serpiente marina.

Se la ha asociado, aun, con serpentinas figuras infernales 
de torso humano similares a la Equidna griega o a otras 
habitantes del mundo inferior (la mansión de los muertos, 
el inframundo y también el inconsciente) como Hécate, 
por ejemplo, provocadoras de pesadillas, portadoras de
 terrores nocturnos, generadoras de espanto y relacionadas 
con los vínculos que se ansían pero que aprisionan, con la
 fuente del deseo, con la fuerza de las pulsiones, con la intensidad de
 los motivos humanos íntimos que instan a su satisfacción 
y que pueden llegar a ser destructivos. (Resaltemos aquí el
 hecho de que, entre su mucha descendencia monstruosa, 
como el Can Cerbero, guardián del Hades, Equidna fue
 la madre del buitre que ha de devorar por toda la
 eternidad las entrañas de Prometeo encadenado al Cáucaso).

Hay que señalar que Lilith en algunos aspectos está 
vinculada con todas las Diosas Madres que conllevan 
un matiz de oscuridad, que reinan sobre los elementos
 (riquezas includas) del mundo subterráneo y que se 
relacionan con el aspecto vida y muerte de las cosas. 
Son cuna y sepulcro, principio y fin.

Por último, no olvidemos que Lilith es representada 
popularmente como una seductora mujer, sin más vestido 
que su propia piel, provista de abundante pelo rizado
 (rojo por más señas) que se extiende como un manto 
a su alrededor; y que tiene por costumbre sentarse sobre
 la concavidad de la media luna. Se trata de la luna oscura, 
que aparece visible al tercer día de la luna nueva en el 
horizonte oeste, mostrando una breve franja de luz arqueada,
 permitiéndonos contemplar las sombras que envuelven 
al resto de la esfera.
Lilith en la tradición hebrea.

El Talmud describe a Lilith como una bella y encantadora
 fémina de opulenta figura y espectacular cabellera ondulada 
y la cree madre de gigantes y monstruos. Algunas 
versiones de este texto nos la emparentan con un 
animal de pelo muy abundante perteneciente a una antigua
 especie no precisada, ya extinta y probablemente 
desconocida en la actualidad.

En la demonología cabalística se la designa como 
uno de los siete demonios tradicionales, en concreto
 el adversario del genio de Venus, siendo ambos regentes
 del viernes. En tal versión, Lilith tiene faz humana, lleva 
el busto desnudo y su cuerpo termina en una 
larga cola de serpiente.

También en la Cábala se la llama la reflexión femenina 
de Samael o Samael-Lilith. Satanás es el adversario por 
excelencia y una de las versiones de Samael, y Lilith 
asumiría características de "doble opuesto" y
 "doble contrario". Desde aquí se la entiende de
 nuevo como un ente maligno semianimal o 
medio humano.

En el Zohar se la conoce como Hayo Bischat:
 "la Bestia", y también la "Mala Bestia", y se
 afirma que de ella descienden nuestros actuales monos.
 Finalmente, no podemos olvidar las tradiciones de 
corte astrológico que relacionan a Lilith con la "luna negra".
 En este contexto, estaría representada gráficamente por
 un punto concreto del cielo situado en la parte más alejada 
de la órbita lunar respecto a la tierra. A nivel psicológico, se
 supone que operaría sobre los impulsos inconscientes
 reprimidos que, individualmente, se expresarían según
 el sector zodiacal (signo y casa particular) activado 
por su presencia y conforme a los aspectos que presente 
con otros elementos astrológicos

S í pues, tenemos que Lilith se nos aparece como 
seductora mujer, bello animal, ambiguo ser a medio 
camino entre el humano y la bestia, ente monstruoso,
 diablesa, fascinante demonio hembra y espectral habitante
 de las sombras, generadora de seres aberrantes. 
Pero siempre se muestra impulsada por la pasión 
y rodeada por un magnético halo de misterio, de transgresión, 
de oposición, malignidad, peligro, desacato, rebeldía, tentación y deseo.

Y por el contrario, también de frescura, espontaneidad, 
independencia, libertad y tal vez autenticidad; pues todo
 simbolismo es ambivalente y polivalente, como ya se
 ha señalado, cosa que los pocos elementos concretos
 y muy modificados de su mito a los que podemos
 acceder nos confirman.

Mas no por dejar de pertenecer al plano físico se
 privó Lilith de las delicias de la fecundidad, ya que
 según nos muestra la tradición engendró seres en tales
 correrías nocturnas. Y lo hizo, para más precisión, 
durante los 138 años que -dice la Cábala- tardó Adán en 
engendrar a Seth después de que hubieran nacido 
Caín y Abel, cifra que nos da una idea de la longevidad (mítica)
 de nuestro antepasado y de la espaciada capacidad 
generativa de ambos progenitores.

Es extraño que en vista de los anteriores avatares
 Lilith no sea nada grata en la tradición hebrea. 
Está feo, desde este contexto, tener la osadía 
de querer asemejarse al varón reclamando paridad 
con el mismo, discutir el rol a tomar respecto a éste, 
desobedecer las órdenes del Hacedor con tanto 
atrevimiento, abandonar el Paraíso? Pero lo más
 terrible de todo es el hecho de invocar el 
Nombre de Dios, innombrable en toda la tradición judía, 
por considerar que el Nombre verdadero de cualquier 
ser contiene las características de lo nombrado, y 
por lo tanto es posible conocer su esencia y adquirir 
poder sobre ello. Pronunciar el nombre de Dios 
se convierte, pues, en una osadía suprema, un acto 
de soberbia mucho mayor que el de hacer directamente 
oídos sordos ante sus mandatos; algo, en fin, demasiado grave.

Un primer análisis del mito nos muestra que Lilith ha
 abierto las puertas de lo prohibido. Lilith ha roto con lo 
estipulado por el Creador para la raza humana. 
Ha quebrantado lo establecido, se ha querellado 
contra el orden natural de las cosas, ha abandonado 
el lugar propio de la Humanidad, ha transgredido los 
límites impuestos a los seres humanos
 (algo que también hará Eva en su momento) 
y por ello se ha colocado fuera del mundo de los
 hombres y se ha convertido a sí misma en apátrida,
 en exilada, en extraña?

Es por su actitud frente a las normas por lo que 
se considera a Lilith enemiga del matrimonio, adversaria
 de los nacimientos, contraria a los hijos, instigadora 
del deseo proscrito y fomentadora del desacato, 
en general, frente a las reglas sociales establecidas.
 Por todo ello, en definitiva, en el contexto judaico 
se la tiene por un ser nefasto y un ente maligno 
en general; de ahí su asociación con lo diabólico
 y su vinculación con la tentación y la transgresión, 
a evitar, por supuesto, si se pretende mantener un 
orden sociocultural determinado.

Vemos entonces varios aspectos a considerar en el 
análisis del mito de Lilith.
a).- Antropológico

Su situación de primera mujer antes del nacimiento
 de Eva la presenta como un ser previo a la adquisición
 de la conciencia humana, como un representante de una 
"humanidad previa"; por decirlo así, un grupo de seres 
anteriores a la humanidad que todos conocemos y
 de la cual todos participamos en la actualidad.
b).- Religioso

Ciertas particularidades de las personificaciones 
de Lilith podrían emparentarla con características, 
atributos y potencias relacionadas con la Magna Dea, 
la Diosa en su aspecto oscuro en la plena acepción 
del término, como por ejemplo su capacidad
 generativa, su relación con la sabiduría profunda, 
su vinculación con la vida y la muerte, 
su asociación con lo abisal, etc.
c).- Psicológico

Lilith contiene en sí elementos suficientes que, 
sin hacer una valoración moral, sí nos permiten 
en cambio pensar en un patrón típico de lo femenino 
caracterizado por rasgos como la independencia,
 la autonomía, la autopertenencia, la confianza
 en el propio criterio, el sentido crítico, la vinculación 
con el propio ser y el propio deseo que desde nuestra 
mentalidad la hacen conceptualizar como individuo 
libre. El mismo hecho de su "ocultamiento" en las
 profundidades nos mostraría que el factor Lilith 
puede estar en determinadas mujeres reprimidas, 
ocultas en su propio interior, mas permanece
 latente y actúa desde las propias profundidades.
d).- Social

Lilith nos remonta a la tan mitificada, por otra parte, 
etapa matriarcal de la Humanidad, cuyos restos 
casi podemos exhumar si hacemos arqueología
 cultural y, aún ahora, contemplamos implícitos 
en algunos textos de la Literatura clásica y en el
 simbolismo de las Diosas lunares.

El simbolismo de Lilith, por tanto, apuntaría a un 
momento previo al actual orden social patricéntrico 
que ha prefijado determinadas pautas de relación entre
 hombres y mujeres. Y por "actual" entendemos vigente, 
en el sentido de que corresponde a unos códigos todavía 
en uso en los patrones culturales judeo-cristianos y en
 las sociedades a ellos adscritas; códigos que se remontan
 a los orígenes mismos de esta tradición. No hay más que 
ver cómo ha "desaparecido" Lilith, cómo aparece Eva 
en el Génesis, la interpretación y la divulgación tan 
particular que durante siglos se ha hecho de los actos 
de nuestra primera madre como portadora del mal y fuente
del pecado para la Humanidad, además de las 
consecuencias sociales e individuales provocadas
 con tales transmisiones.

COMO SIEMPRE EL HOMBRE LA DEMONIZA 
PARA DESCALIFICARLA 
Y NEGARLE CREDIBILIDAD A ESTA PRIMERA MUJER...

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