jueves, 28 de abril de 2011

La poética y la estética


FOTO RECIENTE DE SALOMÓN BORRASCA
DEMASIADO PEQUEÑO PARA ocupar un átomo,
Tuka es tan vasto como el cielo.
Devoré mi muerte, tiré el cadáver,
tiré el mundo de fantasía.
He disuelto a Dios, al ser y al mundo
para volverme un solo ser luminoso.
Dice Tuka, me quedo aquí ahora
sólo por cumplir.


La poética y la estética en la tradición

literaria sufí persa


Los poetas sufíes persas no pensaban en el mero entretenimiento romántico al utilizar la imaginería erótica en pasajes como éstos. Más bien, deseaban establecer un punto de apoyo metafísico acerca de la creación, para aludir a esta Belleza Primordial que se había desvelado a sí misma en lo «Alto de la Contingencia» (bām-e emkān), en tanto que miles de mundos vinieron al ser como resultado de su teofanía. Un rayo de esta Belleza Eterna hirió a la Rosa, y la Rosa reflejó esta Belleza hacia el Ruiseñor, llenando al afligido pájaro de melodía, frenesí y éxtasis. Este mito del génesis estético, si se puede llamar así, es expresado por Hāfez en un renombrado verso:
Por gracia de la rosa
el ruiseñor aprendió
el arte del canto;
si no, con su esbelto pico
nunca habría entonado
tan amorosas rimas.

En otro verso, una de las más sublimes expresiones del mito del génesis de toda la literatura persa, Hāfez proporciona una formulación metafísica más explícita de su doctrina.
En la preeternidad emergió en epifanía
la luz de tu hermosura,
se reveló el Amor
y prendió fuego al mundo entero.

Ambos versos expresan un mensaje básico: mostrar cómo la Belleza dio a luz al Amor y cómo el Amor generó la Existencia. Como ^Yāmi apuntaba en el pasaje anterior, éste es también el eterno relato de la creación artística. El artista testifica primero la belleza. Esta visión despierta el amor y, consecuentemente, un anhelo por expresar la belleza atestiguada, a través del amor, en la creación artística. El mito griego de la creación del hijo de Venus, Cupido, registra este mismo suceso erótico-metafísico y estético, y en el mismo sentido habría que tomar las palabras de Shakespeare en Romeo y Julieta: «Es Cupido quien nos rige a todos». Las alusiones metafísicas a este mito de la creación de la belleza estético-metafísico, que de esta manera creó el «mundo del romance» a través de su esplendor, son muchas y merecen nuestra consideración.
Hemos visto cómo la belleza, simbolizada por Zuleika como el Dios escondido, ha desertado de su soledad y plantado su tienda en el «reino de la apariencia». ¿Cómo debería entenderse esto? Existen en los escritos sufíes persas cuatro o cinco interpretaciones distintas respecto al significado de la génesis del reino de la apariencia que pueden ser resumidas como sigue:
I. De acuerdo con la primera interpretación, el reino de la apariencia es visto como alusión al mundo de la multiplicidad y los fenómenos temporales (simbolizados en la poesía sufí por la «cabellera de la Amada») que, pese a sus pluralidades, guía al buscador hacia el Amado Uno, a quien aluden todos y cada uno de sus cabellos.
II. La segunda interpretación juzga la apariencia como un reflejo de Dios en el espejo del no-ser. Esta idea es ilustrada por el siguiente verso del Jardín del Misterio de Shabestari:
El «no-ser» es un espejo;
el mundo, la imagen reflejada en él;
y el hombre, como el ojo de esa imagen
en la que se oculta la Persona invisible.

III. Una tercera interpretación sigue la concepción platónica que considera que el reino de la apariencia no es sino una sombra provocada por el resplandor del Ser divino.
IV. Una cuarta y última interpretación ve la apariencia no como un velo ni como una sombra sino, más bien, como el mismo Dios. En palabras de Rumi:
Él es la rosa, el prado,
el jardín y la fuente.
No hay ningún otro que Él
en el jardín del mundo.
Así, cuando Shakespeare dice: «Oh, amada mía, ¿por dónde vagas?», los sufíes podían responder que esta «amada» es, realmente, la Amada Preeterna vagando sola por siempre, pues junto a ella no hay nadie más en el jardín de la existencia. Esta misma filosofía de la belleza en la que el ejemplar mortal representa el original celestial, es trazada en las líneas siguientes del inmortal soneto de Shakespeare:
¿Cuál es tu sustancia,
de qué estás hecho,
que millones de sombras extrañas
se tienden sobre ti?
Ya que cada uno tiene,
siendo uno, una sombra,
¿cómo tú, siendo uno,
puedes proyectar
todas las sombras?
Describir a Adonis y su retrato
es una pobre imitación tuya;
sobre las mejillas de Helena
se refleja todo el arte de la belleza,
y tú, como en tiempos de Grecia,
eres de nuevo pintado.
Hablar de la primavera
y de la madurez del año.
La una, una sombra
reflejada de tu belleza,
la otra, como un reflejo
de tu generosidad aparece.
Y tú, en cualquier bendita flor
que nosotros conozcamos,
en toda gracia externa
tienes alguna parte,
pero tú como nadie,
nadie como tú,
para el corazón constante.
(Shakespeare, 1.985, p. 123)
Quizás la mejor manera de ilustrar la diversidad y, no obstante, la coherencia entre todas estas interpretaciones del tráfico eterno entre los dos reinos, el de la Unidad y el de la multiplicidad (o el de la Belleza y el de la apariencia), sea mediante el diagrama.
De acuerdo con los sufíes, el ciclo de la creación se puede representar como un círculo de dos partes. La mitad superior representa el reino espiritual. En él se encuentra una serie de ideas que apuntan hacia la Trascendencia y lo Divino: Dios, Cielo, Luz, Eternidad (que es la trascendencia del tiempo), Belleza, Paz, el Rostro de la Amada… La mitad inferior del círculo representa el reino de la Multiplicidad o Pluralidad (‘ālam-e kesrat). Ésta, por su parte, está indicada por una variedad de símbolos, imágenes y conceptos que revelan su naturaleza inferior: Infierno, Separación, Tiempo, Guerra, Satán, Infidelidad, Aflicción, la Cabellera de la Amada…

Sin embargo, antes de explorar otras dimensiones de la visión estético-poética sufí, puede ser útil recapitular los puntos sobresalientes de nuestra exposición anterior.
Primero hemos visto que el tema central de la poesía sufí persa es, de hecho, la relación entre la rosa y el ruiseñor, dos símbolos poéticos que codifican verdades pertenecientes a todo arte en general. El símbolo de la rosa contiene alusiones a conceptos tales como belleza, amor, Unidad divina, poesía, música y amabilidad, mientras que el ruiseñor simboliza multiplicidad y diversidad.
La creación artística contiene en forma de miniatura la historia entera de la Creación. La rosa interpreta en esta historia el papel de la Existencia absoluta, mientras que el ruiseñor, con sus canciones infinitamente diversas en sus tonalidades y diapasón, entonando un himno en alabanza a la belleza de esta Existencia-con-Rosa divina, expresa el Ser posible. Incesantemente, la Belleza, Rosa o Amada, trae a la existencia millares de enamorados (ruiseñores); a cada momento, se contempla a sí misma a través de los ojos de estos enamorados oyéndoles cantar sus alabanzas. Instante a instante, la Belleza Una asume forma tras forma, escuchando un perpetuo panegírico entonado en mil lenguas. Es a esta Amada, a este Ser Uno Único, y a esta multiplicidad, a lo que se refieren las líneas de Ŷāmi
A través de los rostros hermosos
has revelado tu belleza; para así,
contemplarte a Ti mismo
con los ojos del enamorado.
Aunque eres la Amada, te adornas
con el atuendo del enamorado.
¡Y así, te encuentras a Ti misma,
en tu propia revelación a Ti!
En este contexto, el diagrama de la Unidad y la multiplicidad de más arriba, con las diversas características de cada mitad del círculo, no sólo nos equipa con una base para una teoría general de la estética y la poética en el misticismo islámico, sino que también expresa los principios básicos de la Teoso¬fí¬¬a, la Teología y la Ética islámicas.
Así pues, por ejemplo, vemos como «Satán» (que pertenece a la naturaleza de la «multiplicidad») y la misma «multiplicidad» son la sustancia del conjunto «guerra» e «infierno». De la misma forma, «infierno» es el lugar de la aflicción, la ignorancia y la separación: cualidades éstas que pertenecen a la multiplicidad. Así pues, en última instancia, todo aquello a lo que llamamos «mal» puede ser subsumido en la categoría de la «multiplicidad». «Fealdad», por ejemplo, es también «multiplicidad», e «infidelidad», «desesperación» e «injusticia» son también atributos de la «multiplicidad».
Por otra parte, «Unidad», es decir, Dios, abarca y absorbe las cualidades del círculo inferior por sus propias cualidades comprehensivas. El atributo (y la manifestación) más destacado de la Unidad se encuentra en «amor». El amor es descrito por los sufíes como el remedio de todos los males y la alquimia de la existencia. El amor transforma la pobreza en riqueza, al pobre en príncipe, a la guerra en paz, a la ignorancia en conocimiento y al infierno en cielo.
Finalmente, debería apuntarse que la poesía, la inspiración por la cual desciende desde el elevado mundo del amor y la Unidad, funciona como un motivo y causa de la Unidad. El valor terapéutico de la Poesía, tanto como su motivación metafísica y significación estética en el sufismo, surge desde esta cualidad espiritual.


LA MANO DE NADIE.

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